Tejiendo al hijo

Esta obra consiste en una escultura en alambre de una mujer sentada, tejiendo a su hijo. Está montada sobre un asiento de metal y tiene en sus manos dos agujas de tejer. A sus pies, delante de ella, sobre el piso, está el ovillo de lana roja. El hilo de lana se enrosca en las agujas y entra por el ombligo a la panza de la mujer, formando un cordón umbilical que conecta con el feto.

La elección del tema no es casual: la maternidad es la vivencia más intensa, más sublime y más aterradora  que me tocó vivir. Nunca había dimensionado el cambio radical que sería en mi cuerpo, en mi mente, y en mi vida. Y nadie me había adelantado jamás las fases oscuras de la maternidad, del mismo modo que nadie ve el lado oscuro de la luna. Es curioso observar el silencio que guardamos las mujeres sobre las facetas oscuras de la femineidad, como nuestras menstruaciones, nuestros dolores, nuestros embarazos (algunos perdidos, no todos deseados), nuestros partos, nuestras depresiones posparto, nuestras cesáreas, nuestras episiotomías… 

El silencio de las mujeres está lleno de contenidos, a veces tabúes. Y nosotras (¿por pudor, por miedo, por costumbre?) callamos. En eso nos parecemos a esta silenciosa mujer de alambre.

Una mujer está tejiendo a su hijo. Esta metáfora nace como fruto de muchas maneras de pensar la maternidad. Y sobre todo de las dudas, los temores. ¿Se puede hacer un hijo a medida? ¿Mi madre me moldeó, hasta qué punto su huella me condicionó? ¿Y yo, como madre, hasta qué punto condiciono a mi hijo?

El tejido, una manualidad que en sociedades patriarcales se ha asociado y adjudicado frecuentemente a la mujer. 

El cordón umbilical/de lana. Por eso el color rojo, que simboliza la sangre, la vida. La madeja de lana recuerda por su textura y color a las vísceras. También a la menstruación? que nos remite a los ciclos reproductivos de la mujer.

La mujer es cíclica, sus períodos están regulados por la luna y pueden contarse matemáticamente, como los puntos del tejido. 

El procedimiento de retorcer los alambres y entretejerlos para dar forma a la figura obedece asimismo a una reflexión: de alguna manera, todos somos tramas, tramas donde se entretejen tortuosamente las influencias de otras personas, las vivencias, las relaciones, los recuerdos formando en cada caso un resultado único e irrepetible, el propio ser. Hemos sido tejidos por nuestros padres, por las demás personas que nos marcaron, por las experiencias vividas.